lunes, 3 de mayo de 2010

Una luciérnaga entró a mi cuarto

Tengo deseos de desahogo. Y no sé cómo empezar...

Solo sé que este es mi primer post. Y lo empiezo a escribir desde mi cama. Impulsado por una luciérnaga que se coló en mi dormitorio. Sobrevoló mi cabeza, y mi laptop y luego cayó al suelo, moribunda. No creo ser romántico. Pero esta luciérnaga me impulsó a desahogarme con letras. Algo que venía contemplando hacer desde hace meses. En honor al coleóptero -que ahora tengo en un vaso- este blog se llamará Luciérnago. Porque me gusta lo metafórico que resulta, y explico...

Dicen que solo las luciérnagas hembras son capaces de emitir luz en la noche. Lo hacen para seducir a una potencial pareja, en supuesto un luciérnago. Por igual, si la luciérnaga se siente amenazada, decide darle turn off a su culito-lámpara. También dicen que las luciérnagas son insectos de noches cálidas y húmedas.

No me gustan las etiquetas. Eso de que le digan marica, piñata, o culero a uno no me gusta, es peyorativo. Antes que gay, soy hombre, una persona. Pero como este blog se enfoca en lo-no-estándar de mi vida, y casi contraviniéndome, ahora soy el luciérnago. Uno que ha vivido la mayor parte de sus 29 años en las noches cálidas de El Salvador. Uno que de vez en cuando brilla. Uno que pretende iluminar su propia oscuridad, o quizá la de otro.